Archivo de septiembre, 2009

El expediente 654 (y 2)

Posted in Relatos cortos on 15 \15\+00:00 septiembre \15\+00:00 2009 by makj

La noche puede ser muy larga cuando uno no puede dormir. Había conseguido olvidar casi por completo la historia durante todo el día. Me ayudó mucho la recomendación de mi compañero cuando volvimos a entrar en el despacho y nos sentamos cada uno a nuestra mesa:

– Si te obsesionas con esas historias, tendrás problemas. Aquí son más habituales de lo que te imaginas.

– Lo supongo – hice un esfuerzo por resignarme -, tal vez sea porque llevo poco tiempo por aquí pero me sigue pareciendo una historia escalofriante y me gustaría saber más.

– Tu verás lo que haces – dijo con un gesto de hombros -, pero te agradecería que lo olvidaras mientras estés conmigo, no quiero que me metas ideas raras en la cabeza – esto último lo dijo subiendo algo el tono -, yo tengo una familia y no me puedo jugar el puesto.

– De acuerdo, no te volveré a hablar de ello.

Y así lo hice durante todo el día, me ayudó mucho la montaña de trabajo que se nos vino encima pasado el mediodía. Un no parar hasta que llegaron por fin las seis de la tarde y salimos de aquel sitio. En el coche me puse la música más comercial que encontré en la radio para tratar de no pensar, y funcionó. Es increible como llegan a contagiarse hasta el punto de que resulta imposible tener nada más en la cabeza. De hecho, mientras me duchaba seguía tarareando la última que había oido antes de cerrar el coche. La cena delante de las noticias fue el detonante que me devolvió esas ideas a la cabeza: unos vándalos habían organizado una pelea a cuchillazos en uno de los peores barrios de la ciudad, con el resultado de cinco nigerianos muertos y tres sudamericanos heridos, algún policia se llevó también su ración, pero nada de importancia.

Así que cuando por fin me tumbé en la cama, el silencio de la noche y la soledad de la habitación hicieron el resto. En ese momento eché en falta a mi mujer que se había ido a ver a sus padres, su madre no se econtraba bien y la habían llevado al hospital hacía un par de días para hacerle unas pruebas.

Me bailaban en la cabeza todas las cosas terribles que había oído de ese tipo. Me lo imaginaba volviendo a casa de sus padres después del trabajo, donde vivía con su mujer y su hija recién nacida hasta que pudieran permitirse una casa propia. Me lo imaginaba abriendo la puerta de la casa y viendo como en el salón, su mujer follaba con otro tío en su sofá, él tumbado boca arriba y ella encima brincando y sudando, disfrutando de ese tío, que además era uno de sus mejores amigos, mientras él se había estado dejando el pellejo doce horas en la fábrica. Me imaginaba la escena, él de pie petrificado, de repente se le caen las llaves al suelo, el ruido alerta a los cabrones del sofá, ella se gira asustada y el tipo se medio incorpora para ver quién es. Me imaginaba las excusas estúpidas y tópicas de los amantes, de los adúlteros, de los futuros fiambres, mientras a él, parado en el quicio de la puerta, se le iba hinchando la vena del cuello.

Lo que no me podía llegar a imaginar es como se podía tener la sangre fría en ese momento de recoger las llaves, pedir disculpas, cerrar la puerta y dar media vuelta. No me podía ni imaginar que estuvo pensando ese hombre, que le pasó por la cabeza durante las dos horas que dejó pasar antes de volver a la casa cargado con una sierra mecánica para descuartizar a su mujer en el baño. Y como había tenido después la sangre fría de endosarle el asesinato a su amigo dejándole las bolsas en el patio de su casa para llamar después a la policia.

Definitivamente, no era un tío al que se deba enfadar. El despertador, las siete, hora de volver al curro y ver de nuevo al más impasible de los asesinos que habían pasado por allí.

El expediente 654

Posted in Relatos cortos on 1 \01\+00:00 septiembre \01\+00:00 2009 by makj

– Dime, es cierto lo que he oido en el comedor?
– Pues no te sabría decir, pero ándate con ojo
– Entonces, sí es peligroso
– Nadie es tan tonto como para no darse cuenta, pero parecer inofensivo es su mayor peligro

El silencio acompañó a esa última frase. Durante unos instantes nada se oyó. De repente, de nuevo el habitual ruido de fondo: zapatos repicando contra el suelo de cemento, el sordo murmullo de los pantalones que arrastraban y el tintineo de las cadenas que les unian. Miles de personas en un mismo y espacioso lugar, ni una sola voz se oía, sólo el monótono sonido de los cuerpos desfilando hacia sus celdas tras el breve reposo del patio. Los dos nos quedamos como siempre absortos, viendo el penoso espectáculo desde la ventana de nuestro despacho en la segunda planta. Todos los dias lo mismo. Rutina, rutina y más rutina. Pero supongo que así debe ser para que funcione éste sitio.

Pude verle cerrando la fila. Un tipo grande, pero sin aspecto de fiero, más bien con cara de buena persona. El típico bonachón al que, si no fuera por que está aquí dentro, le habrías confiado tu vida. Con la mirada perdida, siguiendo tranquilamente al que tenía justo enfrente. Sin alterarse lo más mínimo. De verdad que no me podía creer lo que me habían contado. Salí un momento al pasillo, apoyado en la barandilla metálica me llegaba ese olor a humanidad del que cualquier otra persona huiría, aquí simplemente nos habíamos acostumbrado a él. Me mantuve firme en el pasillo, como me habían dicho siempre, nunca en posición relajada ante los presos. Por unos instantes pensé que pasaría hasta su celda, yo me daría media vuelta y seguiría con mi trabajo. Pero cuando ya casi desaparecía tras las columnas, de repente me echó una mirada retadora. Un escalofrío me recorrió el cuerpo pero mantuve la postura. Pasó de la columna y le perdí de vista.

Al girarme encontré a mi compañero de pie junto a mí. Seguramente estaba desde que yo había salido.

– Te lo dije!
– No sé, no puedo estar seguro, pero esa mirada…
– Nunca te fies de quien ha sido capaz de matar a toda su familia de esa manera

Sólo hacía unos días que había entrado aquí, y lo que me habían contado los compañeros que estaban en su bloque ponía el vello de punta a cualquiera que lo escuchase. A nosotros no nos dejaban acceder a los expedientes de los presos de máxima seguridad, así que no sé como me las iba a apañar para conseguirlo, pero tenía que verlo, tenía que ver ese expediente para creermelo. Tal vez después de ver las fotos de los asesinatos no sería capaz de dormir en mucho tiempo, pero no me importaba, siempre me habían gustado las historias de terror, y ahora tenía una realmente cerca, no la podía dejar escapar.